Se sentó en el borde de la cama




cuando cesó aquella sed
desmedida de contienda
y quedaron nuestros huesos desolados
flotando sobre tablas viejas
descubrí tu cuerpo varado
en el último acantilado de las sábanas.

lenta como una sombra
elevaste tu mirada desde el suelo
y cuando por fin llegaste a mis ojos
suspiraste con un aliento tan leve
que me pareció que estaba saliendo
de unos labios que ya no existían.

dijiste:

hacía mucho tiempo que nadie
me abrazaba de esta manera.
No sabes cuánto te lo agradezco.

cuántos siglos de desaliento
pueden contener unas pocas palabras.

aquella frágil promesa de luz
dio sentido a mi habitación
quién sabe si por un momento.

luego nos fuimos vistiendo
con la lentitud  tenue de la aurora
mientras nuestros pasos
volvían a desconocerse
en el crujir menguante del tiempo.

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