el canto de una tórtola
bajo el fósil ámbar de la tarde
una serpiente devorada de insectos
se consume en el engarce espeso del asfalto
el silencio me habla de su inercia calcárea
¿ y si no me despierta la tórtola
con las primeras luces del día?
caracoles de luna menguante
marchitan mi casa con su rastro viscoso
¿ y si quedan inmóviles en mi cama
los viejos dioses del sueño?
un lagarto constante de nieve
tiene la voz colmada de cierzo
sus ojos se hunden como cormoranes
en el paisaje de su sombra soberana
relincha sobre pedernales de carne
y escupe mi nombre en el mármol
todas las noches
me pregunto dónde anida
y qué huevos de pez ha guardado para mí
la gente no quiere ahogarse en sus tentáculos
pero está en todos los horizontes
hoy me he contemplado
en su manto de azogue
es un mar que te traga y te estrangula
y te aprieta
y te aprieta
cuando los párpados dejan sus auroras
prisioneras en un aparcamiento vacío
con extrañas farolas de luz amarilla
niñas arponeadas de vacío
se pierden en el vaho de su piel
y penden atónitas
de delgadas sogas umbilicales
con una sonrisa plástica colgada en la cara
la gente despoja sus cuencas
y se inventa historias de mujeres
tumbadas sobre la hierba
haciendo una siesta de tules
pero salvajes huevos de pez
entran en su sexo cavado de musgo
como vibrantes lunas crecientes
cuando nadie mira
cuando nadie quiere mirar
cuando miran para otro lado
acecha
en los ojos del amor
en los ojos del hastío
en los ojos del rencor
una mirada preñada de huevas
languidece en el cuerpo de una mujer desnuda
sobre un prado de terciopelo
preferimos decir
ahí descansa después de tanto tiempo
y le acarician la cara
incluso algunos la besan
con los labios sin pintar
para que el carmín no la desvele
bajo la luz amarilla de las farolas
cada vez más misteriosas
ni siquiera el perfume desconocido
o la quietud de los pechos
que no amamantarán larvas
o del cuerpo que no parirá peces
nada puede romper la tiniebla
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