el polaco
abandonó la lluvia
que daba forma a su casa
y volvió a huir
una
y otra vez
hasta llegar a una discoteca en ruinas
a las afueras de lloret de mar
allí se manifiesta dios
y con cada paso limpió el barro de sus zapatos
para no guardar nada de ningún lugar
el dolor es un torrente de llagas
que brota desbocado de su piel
como el aullido de un animal en llamas
con las primeras luces del día
vierte cerveza caliente en su boca
tumbado sobre la pista de baile
para que todo el peso del mundo
no caiga sobre sus ojos claros
nadie teje el tiempo de la espera
encina vieja cubierta de branquias
que sueña ser agua sola
sin caricia de tierra alguna
han visto a los gorriones
dando siete vueltas al antro
en señal de reverencia
madera de torcida higuera
que se ofrece al temporal
para descubrirse en la luz del rayo
asustado en el temblor del trueno
unas veces mirada serena
que gusta conversar tranquilo
sobre imprecisas cosas rutinarias
el aire ligero de la discoteca
se llena de vuelos insuficientes
que habitan distraídos en el invierno
otras veces terrible serpiente
que busca devorar personas imaginarias
pájaros de plumaje tosco
buscan pequeñas migas de pan
y encuentran solo cantos caídos del cielo
cuando bebe vodka
se labra con cuchillos los brazos
para cosechar todo el dolor del mundo
no chirría el litoral de las tersas alas
sino que se derrama en lento oleaje de claveles
le gusta el dolor
el dolor le nubla el sentido
y no piensa en nada más
le obligaron a hacer cosas terribles
en el ejército
pero no puede hablar de eso
no puedo
repite
en voz baja
es un hombre de verdad
soy un hombre
parece decirse a sí mismo
con los brazos llenos de pus
qué terrible ser un hombre de verdad
pienso
mientras murmura
qué terrible
estar aquí descalzos
uno frente al otro
en el parking del supermercado
sabiendo que no iremos
a ningún lugar
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